Un día en palacio
Después de haber vivido la experiencia de degustar un servicio en el Restaurante Palacio Cibeles , ya no tengo que volver a nacer, ni cambiar el color de mis venas por un azul intenso, para saber cómo se siente una autentica reina. Gestionado por el afamado “Grupo Adolfo” (creado por el Restaurador Aldolfo Muñoz) y dirigido por su hijo Javier, han sabido llevar el arte de la gastronomía hasta un nivel monárquico.
Javier, toledano de estirpe y con pisto manchego recorriendo sus venas, tal y como el se declara, es un auténtico amante de los fogones y de la buena mesa. No es de extrañar, perteneciendo a una de las familias de mayor abolengo gastronómico de la península. Desde los 14 años junto con sus hermanos se puso a las órdenes de sus padres, Adolfo y Julita para aprender desde los cimientos el noble oficio de la restauración: cumplimentación de listas de espera, gravado de facturas, selección de los alimentos, cocina, atención al cliente etc. Un aprendizaje meticuloso y cocido a fuego lento.
Fue instruido en la prestigiosa escuela de Alta Hostelería de Les Roches (realizando prácticas en Londres, Austria y Marbella), y en la Escuela de la Vid cursó los estudios de Técnico en viticultura y Elaboración de vinos. Tenía la formación, pero sobre todo contaba con la valentía y pasión para enfrentarse por sí solo a un nuevo reto. Pudo ser fruto de la casualidad o simplemente una serendipia de la vida, las que hicieron que se cruzara por su camino la oportunidad de gestionar los espacios del palacio Cibeles, la cafetería del centro y el restaurante junto con la terraza. La apuesta era fuerte, el momento socio económico del país no era fácil, pero a pesar de ello se arriesgaron y decidieron dar un paso adelante, de Toledo al centro de Madrid.
El restaurante Palacio Cibeles, se encuentra en la sexta planta de uno de los edificios con mayor peso histórico de Madrid, el Palacio de Telecomunicaciones (antigua Sociedad de Correos y Telégrafos de España), hoy conocido como Palacio Cibeles. Un escenario único situado en el centro de la capital que junto con la cocina de Adolfo consigue transportarte en lo que se tarda en subir los seis pisos, a otro mundo.
Desde el momento en el que entras en el restaurante la experiencia es única, el trato recibido por el personal que te dirige a la mesa, la recomendaciones del jefe de sala a la hora de presentarte la carta (se renueva cada 3-4 meses) , las explicaciones de los platos a degustar junto con el prefecto engranaje que conforman las 45 personas del equipo, es algo poco habitual hoy en día. Si la sala interior no tiene nada que envidiar a un comedor palaciego, la terraza (Cóctel-Bar) es todo un espectáculo. Un trocito de cielo donde poder alimentar cuerpo y alma.
Los carta es tradicional , compuesta por platos de hoy y de siempre, con productos de primerísima calidad, aspecto al que le dan absoluta importancia. Apuestan por la salubridad de los alimentos respetando las propiedades de cada ingrediente. Uno de sus principales objetivos: el disfrute de cada comensal a través de los sabores.
Propuestas como; Verduritas al vapor del huerto de Toledo y crema queso manchego; Paletilla de cordero, pisto manchego y cebollitas glaseadas; o su famoso Cocido Cibelino, que cada jueves calientan los estómagos mas exigentes, representan junto con las tres estrellas de la casa; Vino Pago del Ama ( Pago por las tierras donde se cultiva su vid, y Ama como rotundo homenaje a su madre, pilar de todo y de todos); Mazapán «Las delicias de Adolfo» y el Jugo de aceituna, (aceite especialmente recomendado para el aderezo de la perdiz ya que potencia intensamente su sabor), el Savoir Faire que solo el talento y los años pueden conseguir.
Puedo decir que la experiencia vívida ha superado con nota mi expectativa inicial, que ya era alta. La calidad de los alimentos es de primera, la atención ofrecida por cada una de las personas del equipo es impecable, se percibe su esfuerzo y profesionalidad a la hora de convertir la visita de cada comensal (sin excepción) en una experiencia única para este. El cariño con el que tratan a sus invitados junto con la misión de hacerle sentir como en su propia casa , puedo afirmar que una de las señas de identidad del grupo Adolfo. No me quiero olvidar de la hospitalidad, amor y energía con los que Javier Muñoz como todo Gran Maestre, consigue que cada bocado, se disfrute con los cinco sentidos con esa pizca de magia que solo unos pocos pueden hacer. ¿Os lo vais a perder?
Os dejo una pequeña muestra de lo que se «cuece» en la cocina (por no decir corazón) del restaurante. Quisiera agradecer una vez mas a todo el equipo la generosidad a la hora de compartir sus secretos entre fogones y la confianza que me han brindado durante toda la visita. A sido todo un placer ¡Gracias!
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